Y no fue una jornada fácil para los marchistas. Apoyados solo por el Conamaq y el pueblo Guarayo, los indígenas del Tipnis emprendieron una caminata de 14 kilómetros hasta el puente Tijamuchí por una carretera desastrosa. La jornada comenzó fresca, con el cielo limpio tras el paso del sur, pero con el paso de las horas se fue calentando y haciendo mella en el grupo, conformado por ancianos, mujeres, jóvenes y muchos niños.
Pero eso no fue lo más complicado. La carretera Trinidad-San Igancio de Moxos está cortada por el rebalse del Mamoré en cuatro sitios, tres de ellos antes de llegar al Tijamuchí. Por ahí, en medio de tramos de barro, debió pasar la columna, que aplacó su paso. Sus víveres, ropa y enseres de cocina la tuvieron más difícil. Había dos puntos anegados que eran posibles pasar solo con movilidades de doble tracción, pero el tercero se necesitaba la ayuda de un pontón. En ese lugar, a cuatro kilómetros del Tijamuchí, el agua llegaba al pecho.
Fue ahí donde Pedro Nuni, moxeño ignaciano y diputado indígena, recordó que esa carretera tiene 40 años y siempre es la mima historia: una lluvia, por más leve que sea y queda intransitable. “Esta es la clase de carreteras ecológicas que construye el Estado boliviano. Por qué en lugar de pedir carretera hacia Cochabamba, los Moxeños no comenzamos pidiendo una carretera estable hacia Trinidad”, dijo.
El paso por este punto se complicó más porque solo había un pontón, que también debía hacer servicio en otro tramo anegado dos kilómetros más allá del Tijamuchí. Los choferes afiliados a la Asociación de Transporte Libre, que hace servicio interprovincial entre Trinidad y varias provincias, organizaron un pequeño bloqueo para llevarse el pontón, provocando tensión. Para ellos, los marchistas son apenas flojos que viven de la política y no quieren carretera.
Una vez salvado ese obstáculo, la marcha, conformada por unos 100 adultos, llegó al Tijamuchí. Allí los esperaba un premio: una veintena de bufeos (delfines de río) han ‘colonizado’ el río para alimentarse de los peces blanquillo y ventón, que abundan en la zona. Para los niños e indígenas de Conamaq fue un espectáculo nunca visto. Los andinos que habían marchado en la VIII marcha se sorprendieron de lo inundado que estaba el lugar. Apuntaban a un árbol frondoso en medio del río y señalaban que en agosto habían pernoctado allí.
Una ‘mamatalla’ de la Conamaq se llevó el susto de su vida. Se acercó a la orilla para refrescarse y un bufeo fue a ‘saludarla’, haciéndola correr. Otros, que por primera vez veían al mamífero, preguntaban a qué hora lo iban a pescar para comer ‘una parrillada de delfín’. Ahí los indígenas amazónicos les explicaron que los bufeos no se comen, salvo una emergencia extrema.
Mientras la tarde avanzaba, la logística aún seguía atrás, tratando de cruzar el charco. Dependiendo de su capacidad de movilización, intentarán llegar mañana a Fátima, la primera comunidad indígena que tocará la marcha que se dirige a La Paz. Allí es posible que un grupo de Moxeños ignacianos se unan a la movilización que trata de impedir que una carretera parta al Tipnis en dos. Allí estará a mitad de camino de San Ignacio, un lugar donde no serán bien recibidos.
El Deber
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